domingo, 1 de enero de 2012

Primeras civilizaciones

Bajo la denominación de Tartesos, se incluye una cultura de influencia oriental que se extendió por el territorio andaluz entre los siglos IX y VI a. C.,  y que ocupaba principalmente el Bajo Guadalquivir, desde Córdoba a Huelva, así como por una parte de la costa mediterránea. Recientemente, se ha constatado que esta mítica cultura indígena pudiera haber sido más bien, una fase de colonización fenicia. La tipología de sus viviendas corresponde a casas de planta rectangular, con muros de adobe o tapial de barro calzados sobre zócalos de piedra, técnica orientalizante desarrollada posteriormente por los Turdetanos. Estas construcciones de hasta 24 m2, disponían de habitaciones para diferentes usos y contaban con cubiertas vegetales ya a dos aguas. Las casas se disponían agrupadas o anexionadas formando un entramado de calles. Tenemos varios ejemplos, como el “Poblado Bajo del Carambolo” en Sevilla y “Tejada la Vieja” en Escacena del Campo (Huelva).

Tanto los Celtas, de origen indoeuropeo, como los Íberos, tuvieron una notable presencia en Andalucía entre los siglos V y III a. C., repartiéndose en distintas etnias, por dos zonas bien delimitadas de esta geografía. Los Célticos, vivían en poblados de la Serranía de Ronda y Sierra Morena (Pedroches y Aracena); de esta última destaca el poblado de “El Castañuelo”, entre otros como los de “Ardila” y “San Sixto” en Encinasola, “Maribarba” y “Las Peñas” en Aroche y “Cerro del Castillo de la Pasada del Abad” en Rosal de la Frontera[1]. En cuanto a los Iberos; Turdetanos, Oretanos, Bastetanos y Mastienos ocupaban el resto del territorio con asentamientos mas importantes y en forma de ciudades fortificadas como “Kastilo” Linares, “Ibolka” Porcuna y “Baza, Toya y Galera” en Granada, “Carmo” Carmona, etc.  Su distribución en la provincia de Córdoba, corresponde a grandes rasgos, con la repartición de Turdetanos en la Vega del Guadalquivir, Célticos y Oretanos en Sierra Morena y Bastetanos en las Sierras Subbéticas.

Fortificación Íbera en la Oreja de Mula (Doña Mencía).

Los asentamientos más importantes, se localizan en mesetas dominantes, con núcleos urbanos de mas de 8 Has. fortificados, entre los que destacan “Torreparedones”, “Cerro Boyero”, “Cerro de los Molinillos” y “Ategua”. En este último, localizado cerca de Santa Cruz, se documenta una estructura de habitación que disponía de hogar, pavimento de tierra apisonada, una cubeta de piedra y dos molinos barquiformes, sin que dispongamos de más información estructural[2]. No obstante, la casa íbera era rectangular y normalmente adosada a la muralla y a otras viviendas, sin embargo la celta se construía en planta circular u ovalada, salvo en los territorios celtíberos de influencia íbera, donde también se hacían rectangulares.

Choza contemporánea en Villaciciosa de Córdoba, muy similar a las de tipo Céltico.
En Los Pedroches se cita[3] una “casa de planta barquiforme con corral adosado”, asociada a la fortificación de “Sibulco”. Las circulares, conocidas como “pallozas”, eran de reducido tamaño, (unos 4-6 mts de diámetro), con muro perimetral y cubierta cónica apoyada sobre un pie derecho central que se hacía de vigas de madera, entramado de sauces y paja. A veces, las paredes también se realizaban con palos, arcilla, raices, paja, pelos de animales y excrementos de vaca.



[1] ESCACENA, J.L. y BELÉN, M. ( ). El poblamiento en la Baja Andalucía durante los siglos V-IV a. C. Actas de Jornadas Arqueológicas, Sevilla.
[2] BAQUERIZO, D. (1991).  La Prehistoria de La Campiña. II Encuentros de Historia Local, La Campiña, vol. I,
[3] MARQUEZ TRIGUERO, E. (1989). Sibulco. Crónica de Córdoba y sus pueblos V. Asociación provincial cordobesa de cronistas oficiales, Diputación de Córdoba. Pags. 277 – 282.

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