jueves, 22 de diciembre de 2011

Prehistoria.

El carácter nómada de los primeros grupos humanos del Paleolítico Medio, condiciona un tipo de refugio improvisado y sobre todo de poca durabilidad. Las pequeñas cabañas se hacían para un aprovechamiento estacional de la caza, siguiendo a los animales (bisontes, caballos, etc.) en sus movimientos migratorios. La planta circular y los volúmenes cónicos o semiesféricos eran el sistema mas rápido y sencillo para la construcción de un refugio temporal.

Ya en el Neolítico y la Edad de los Metales se inicia un cierto grado de sedentarización en las actividades humanas; las formas de población se dan en hábitat disperso, diseminándose por el territorio y en confluencia en torno a construcciones megalíticas de carácter funerario. Estos “dólmenes” cumplían una función de cementerio comunitario y de cohesión social. Junto a los más importantes, (conjunto de Antequera, Valenciana de la Concepción, Rota, etc.) aparecen restos de grandes cabañas y silos de grano. Son frecuentes en Andalucía durante el Calcolítico y Eneolítico (Edad del Bronce), cabañas circulares u ovaladas realizadas en seco con piedras irregulares y tapial, que se revestían de arcilla y se blanqueaban; sus cubiertas eran de palos y entramados vegetales que se impermeabilizaban con barro, como las documentadas en el yacimiento de “El Malagón”, en Cúllar Baza (Granada), en “Acinipo” en Ronda (Málaga), en “Vega de Santa Lucía”, en Palma del Río (Córdoba), o en “Llanete de Los Moros”, en Montoro (Córdoba), entre otros. 

En estos pequeños poblados de las primeras sociedades agroganaderas del 5.500 – 3.200 años a. C., las cabañas eran circulares y de ocupación permanente, construyéndose otras de uso temporal en los valles con una tipología diferente; eran  unas estructuras de rápido montaje, a base de dos postes en apoyo sobre un pie derecho y un larguero inclinado hasta el suelo, todo ello cubierto de ramajes y pajas. Se utilizaban para la caza, recolección o para seguir los movimientos del ganado. Existen en estos periodos, culturas más evolucionadas, como la de Los Millares (Almería) de cronología 3.200 – 2.250 años a. C., con núcleos de población muy estables y organizados, apareciendo las primeras ciudades fortificadas. Igualmente se documentan la construcción de sepulturas o cuevas artificiales con sistema de construcción de falsa cúpula, tipo “Tholos” de influencia oriental[1].

Falsa cúpula de una choza contemporánea en Pozoblanco. 

En la provincia de Córdoba tenemos algunos ejemplos de dólmenes del Calcolítico con este método de aproximación de hileras en la zona norte; los de la “Sierrezuela” y “Los Delgados” en Fuente Obejuna, y “El Minguillo” en Villanueva de Córdoba[2], que serán precedente de la técnica de ejecución de algunos chozos contemporáneos realizados con piedra seca. Si se realiza un repaso por los registros de formas de hábitat al aire libre en esta provincia, no será hasta este periodo, cuando se documenten los primeros poblados, especialmente en la Campiña (Castro del Río, Montilla, La Rambla y Monturque).  Son culturas aún con resabios neolíticos, pero ya dedicadas a la agricultura y  la ganadería. Se asentaban  en poblados simples a base de cabañas circulares; en un principio en las llanuras fértiles, y más tarde en ciertos altozanos. Algunos ejemplos los tenemos en “Morales, Viña Boronato, Guta, Los Carambolos y Tiñosa” en Castro del Río; “Cerro de Santa María” y “Cerro Triguillos” en Montilla; “La Minilla” en La Rambla, e incluso en la actual Monturque[3]. En esta última, se documenta con claridad un tipo de cabaña de planta curva, posiblemente circular, realizada directamente sobre la roca de la colina. Los muros estaban hechos con piedra sin labrar en seco. Sobre este zócalo se disponía una cubierta de palos de madera y entramado vegetal cogido con barro. Su cronología corresponde con un Calcolítico Final, fechado en el último cuarto del III milenio a. C., según las investigaciones realizadas[4] hacia 1987. Este mismo autor, propone que estos pioneros asentamientos, se producen como consecuencia de un desplazamiento de las comunidades trogloditas asentadas en las Subbéticas, a causa posiblemente, de un crecimiento demográfico y quizás también por cambios climáticos. El medio ambiente en que se sitúa este poblado, corresponde, según los estudios polínicos, con un medio ya desforestado, sin árboles del género “Quercus”, y un uso eminentemente cerealista. En el Bronce Pleno se inicia un urbanismo incipiente con poblados en cabezos y con casas cuadrangulares. Tenemos yacimientos de esta época[5] en la estación Argárica de Fuente Tójar y diversos hallazgos sueltos en Montilla. Ya en el Bronce Final, con estos asentamientos ampliamente consolidadazos en muchas zonas de La Campiña y la Vega del Guadalquivir, se produce una primera entrada de influjos tartésicos o fenicios, hacia mediados del siglo VIII a. C. De este momento, se documentan[6] cabañas en un poblado localizado en “Vega de Santa Lucía”, en Palma del Río, que ya estuvo habitado con anterioridad. Eran de planta elíptica y de medianas dimensiones (6.50 x 3.50 mts. aprox.). Se disponían de manera semisubterránea, con paredes de tapial y compartimentación de dos estancias. Las cubiertas eran presumiblemente a una sola agua, hechas de entramado de cañas y ramajes aglutinados con barro. Sólo tenían un vano o puerta. Su uso era como vivienda para actividades agroganaderas. Otro yacimiento dentro de la misma área[7], es “La Saetilla”, donde aparecen casas pluricelulares de planta cuadrada, zócalo de piedra, muros de adobe y tapial, así como disposición de cubiertas vegetales. Son poblados con una organización urbanística en los que apararen por primera vez en Córdoba, elementos y técnicas de una clara influencia orientalizante. Corresponden así, con un momento avanzado del Bronce Final, denominado Precolonial. Igualmente, en Sierra Morena encontramos un registro arqueológico en el yacimiento del “Cerro de la Coja[8], asociado a la actividad metalúrgica de comienzos del siglo I AC. Se trata de una cabaña de piedra en planta ovalada con piso de tierra batida.

Fondo de cabaña en Cerro Muriano. Cortesía de Fernando Penco.



[1] CANO, M.; CHAPA, T.; DELIBES, G.; MOURE, J.A.; QUEROL, M.A. y SANTONJA, M. (1996). Manual de Historia Universal. Prehistoria. Vol.I. Ed. Najera. Madrid, 588 pp.
[2] REYES LOPERA, M. (1995). El mundo funerario calcolítico en la provincia de Córdoba, recopilación y actualización de los datos. Ariadna nº15. Museo Municipal de Palma del Río (Córdoba).
[3] ASQUERINO, Mª D. (1991). La Prehistoria de La Campiña. II Encuentros de Historia Local, La Campiña, vol. I, 9 – 20 pp.
[4] LÓPEZ PALOMO, L. A. (1991). Bases para el conocimiento del urbanismo prehistórico en la Campiña de Córdoba. Síntesis de una estratigrafía realizada en Monturque. II Encuentros de Historia Local, La Campiña, vol. I, 21- 44 pp.
[5] MORENO ALONSO, M. (1995). Historia de Andalucía. Tomo 1. Cajasur. Córdoba.
[6] MURILLO REDONDO, J. F. (1990). “Fondos de Cabaña” de Vega de Santa Lucía (Palma del Río, Córdoba). AAA/III, 1987, pag.147-150.
[7] BAQUERIZO, D.; RUIZ, D.; CARRILLO, J. R. y MURILLO, J. F. (1992). Arqueología de Palma del Río. En Los Pueblos de Córdoba. Ed. Diario Córdoba.
[8] PENCO VALENZUELA, F. (2010). Cerro Muriano, sitio histórico. Historia de la minería en Córdoba. Ed. Almuzara. 243 pp.

1 comentario:

  1. Muy buen artículo , muchas personas no saben esta forma de construir, es importante que las constructoras en Guatemala sepan todos estos artículos que son informativos. http://www.team-guatemala.com/

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