martes, 1 de julio de 2014

El tapial (I).

Ya desde el periodo final de la Prehistoria, tenemos en la provincia de Córdoba algunos registros del uso de la tierra prensada como material constructivo. Sin llegar a hacer un análisis pormenorizado desde el punto de vista histórico http://es.wikipedia.org/wiki/Tapial , se cree que esta técnica llamada “tapial”, pudo llegar a mediados del siglo VIII a. C. desde el E del Mediterráneo como un influjo orientalizante de las culturas tartésica y fenicia. De este momento, se documentan1 cabañas de planta curva con muros de tierra o adobe, en un poblado localizado en “Vega de Santa Lucía”, en Palma del Río.


Aspecto de las tongadas de tierra,
cal y cantos rodados.


En la edad contemporánea, y particularmente en la primera mitad del siglo XX, muchas de las chozas de colonos y rancheros que poblaban de forma dispersa esta provincia andaluza, fueron construidas con esta ancestral técnica. A grandes rasgos, exceptuando las Subbéticas, está presente a lo largo de todas sus comarcas, no siendo excluyente, al menos en Sierra Morena, donde se alterna con chozas de muros de mampostería. No obstante, en la Vega del Guadalquivir fue especialmente frecuente, ante la ausencia de piedra. Igualmente, mencionar que tampoco es una técnica exclusiva de este tipo de arquitectura vernácula, pues ha sido empleada masívamente en la construcción de viviendas populares de distintos niveles sociales, cortijos, lagares, molinos e incluso murallas y palacios.






Formas de chozas locales con tapial.
(Guadalcázar, La Carlota y Villaviciosa de Córdoba).
Dibujos del autor (RPJ).

En el extremo occidental del Valle del Guadalquivir, vinieron a llamarse popularmente “tapichozas”; es decir, albergues de tipología mixta, donde se hacían unas medias paredes de gruesos muros de tapial que sustentaban una cubierta de materiales vegetales.

Su construcción se iniciaba con el levantamiento del los muros, siempre en planta rectangular. Este se hacía por partes, con un encofrado de tablas desmontables, el cual formaba un cajón de 1.50 m. de longitud por unos 0.50 – 0.60 m. de anchura. Tras la nivelación del suelo y la preparación de una ligera zanja rellena de piedras a modo de cimentación, se disponía el primer relleno. 



Cajón desmontable para tapial.

Podía emplearse únicamente tierra arcillosa con cantos rodados, para lo cual se extraía directamente de un lugar apropiado y con un grado de humedad que permitiera luego su prensado con el “pisón”. Otras veces, se mezclaban tierras diferentes, cantos rodados, tejuelos, paja y cal. Con estos elementos tan básicos se hacía una mezcla seca que se extendía por capas, se humedecía y se prensaba de igual manera. Al retirar el entablado, la superficie quedaba ya dura fraguando con el secado posterior. Luego se realizaban sucesivos montajes iguales en la dirección del muro. Las esquinas debían trabarse, sobre todo en la siguiente hilada, igual que si se tratara de sillares de piedra. 



El autor experimentando con la técnica.
Desencofrado y limpieza de las tablas.

Luego se impermeabilizada con una argamasa de barro y paja e insistentes manos de pintura de cal, año tras año. El “encalado” o “blanquedo” se hacía tanto en las paredes exteriores como interiores. La única puerta y vano se abría, bien en un lateral o en uno de sus frentes. Si la cubierta se iba a realizar a cuatro aguas, el muro se subía hasta una altura de 1.50 a 2.00 m. por todo su perímetro. Sin embargo, si se pretendía realizar una choza con cubierta a dos aguas, los testeros mas estrechos debían de seguir subiendo con tapial, formando las cuchillas triangulares. En algunas zonas de la Sierra (Sierra Morena), el tapial se calzaba sobre un zócalo previo de mampostería para aislarlo de la humedad. En la comarca del Alto Guadiato hemos localizado muchos tapiales y adobes a los que se incorporaba escoria y ceniza de las fundiciones de carbón.




Detalle del tapial de una zahurda.
Los Blázquez.


Los útiles y herramientas empleadas, eran las propias de la albañilería: pico, pala, espuertas, palanqueta, rastrillos, etc. Entre ellas, la mas específica era el “pisón” que servía para apelmazar la tierra dentro del encofrado. Se trata de una maza de madera de encina, con forma de paralepípedo y perfil levemente acuñado. Existían de diferentes volúmenes y anchura, teniendo todas ellas un largo mango, generalmente de madera de alméz.


Las herramientas básicas.




1 MURILLO REDONDO, J. F. (1990). “Fondos de Cabaña” de Vega de Santa Lucía (Palma del Río, Córdoba). AAA/III, 1987, pag.147-150.