miércoles, 29 de febrero de 2012

Pastores, cabreros y vaqueros.

Durante siglos, y hasta las últimas décadas del siglo XX, la figura del pastor ha estado ligada a un elemento destacado en el paisaje cordobés, el “chozo”. El oficio, requería  una gran movilidad y por consiguiente, la provisionalidad de sus refugios y albergues. Muchas de estas construcciones, estaban condicionadas por el binomio “pastoreo-lobo”. El pastor tenía que vigilar también durante la noche sus rebaños, para impedir el ataque de este mítico carnívoro. Tras conseguir casi extinguirlo de forma implacable, de esta provincia, desapareció también la necesidad de construir chozos,  e incluso de vivir en el campo.

 

Familia de pastores en Los Pedroches.
Cortesía de Jesús Cangas.

 

Igualmente, la “trashumancia” propició este fenómeno de edificaciones. Los pastores sorianos, principal origen en nuestra provincia, requerían de albergues para su invernada, que bien eran aportados por los propietarios de las fincas o se los construían ellos mismos. La “trasmeditancia”, con sus cortos desplazamientos del ganado, hacía que pastores y vaqueros se movieran a lo largo de las distintas épocas del año (verano o invierno), desde la Campiña a las Sierras. Así, Damián Priego relata a cerca de un vaquero: “este, cuando tenía 13 o 14 años, se quedaba en una choza a dormir junto al corral donde encerraban las vacas que venían de la Campiña a principios de primavera a la Sierra de Zuheros, para pasar el verano”.

 


Pastor en Almodóvar del Río, hacia 1990.

Tal era la movilidad de los pastores, que también se han documentado refugios, incluso con ruedas. En Hornachuelos y particularmente en “San Calixto”, según el informador Jesús Jurado, y hacia la década los 70 (siglo XX), existían una especie de carros de madera pintados de verde que utilizaban los pastores a modo de camastro. Indica, que ya por esa época parecían en desuso. Otros pastores y cabreros, optaban por transportar a lomos de sus burros, unas tiendas de campaña de tela o hule, que les permitieran pernoctar en cualquier lugar donde montar la majada.


Cabrero en Las Pinedas (La Carlota), hacia 1990.

Analizando los registros de toponimia de las chozas que se indican en la cartografía histórica, encontramos numerosas alusiones a estos oficios: “Majada de pastores”, “Chozas de cabreros”, “Choza de yegüeros”, “Choza de vaquero”, “Casilla del porquero”,  etc.



lunes, 27 de febrero de 2012

Espiel.

Los vecinos espeleños, dan crédito a una tradición de dice, que el pueblo se remonta en sus inicios a unas chozas hechas por cabreros en los actuales asentamientos de la villa, que después se convirtieron en casas y que se fueron amontonando poco a poco, versión[1] que no precisa un momento histórico concreto. Por otro lado, Ricardo Córdoba[2] argumenta con certeza su origen en el siglo XIII, con la existencia de una pequeña población en torno a un recinto fortificado en el Cerro del Castillo. En el inventario de Manuel Cabronero[3], se citan 9 albergues en todo su término para 1887, cifra escasa a pesar de la gran extensión de este municipio. En el inventario realizado en nuestro estudio, aparecen casi una veintena de referencias, muchas de ellas manteniendo construcciones, más o menos ruinosas y pendientes de aún de catalogar.

Llaman la atención, ciertas referencias topográficas de finales del siglo XIX[4] [5] (entre 1876 y 1898) y principios del XX[6] (1920), donde se hace alusión a los usos y habitantes de dichos albergues, indicándose incluso los nombres y apodos de dichas personas: Chozos de Carboneros”, “Chozo del Espatarrado”, “Choza de los Posteruelos”, “Choza de Los Mellizos”, “Choza de Narváez”, “Choza de Nariguela”, “Choza de José Vargas” y “Choza de los Serranillos”, entre otras.

La riqueza minera de este territorio del centro de Sierra Morena, fue aprovechada desde antaño. Esto se traduce en la aparición de ciertos poblados y entidades menores de población en torno a núcleos mineros. En su composición arquitectónica debieron alternarse casas y chozas, como es el caso de las “Minas de la Ballesta”, considerada entidad de población en 1887[7]. Igualmente, en la “Sierra de la Marianta”, se citan[8] las “Minas de Chozas Viejas”. Desde finales del siglo XIX a 1932, aparecen en este lugar, numerosas referencias de explotaciones mineras de carbón, como las de la “Dehesa de la Solana”, “Cerro de la Marianita”, “Dehesa de los Hatillos”, “Solanas de Peñas Rubias”, “Los Albornales” y el  “Cerro del Castillo”.

A lo largo de todo el sector occidental del término, ya en contacto con Hornachuelos y Villaviciosa de Córdoba, se localizan diversos asentamientos de ranchos y chozas diseminadas, que tuvieron funciones eminentemente agroganaderas, tal es el caso de la Casa Vieja del Escambrón”, “Choza de Loma del Quejigo”, “Chozos de Los Cabezos” y “Chozo de Las Caballeras”, destacando el asentamiento de las “Adelfillas-Zorzalejo”, un autentico poblado compuesto por bastantes elementos construidos con piedra seca (chozas, hornos y corrales).


 
Choza del poblado de "Adelfillas-Zorzalejo".
Cortesía de Fernándo Díaz.


 
Las tipologías que aparecen, son principalmente, chozas de planta rectangular construidas en piedra y con cubiertas vegetales a dos aguas, también alguna circular; todas ellas con otros elementos anexos como corrales, zahurdas, hornos y colmenares.




[1] (es.wikipedia.org).
[2] (CORDOBA, 1992). Edad media (Espiel). En (SOLANO, 1992), Los Pueblos de Córdoba tomo 2 (pags. 583-584).
[3] CABRONERO Y ROMERO, M. (1891). Resumen por ayuntamientos de todos los edificios y albergues. Espiel (pag. 83).
[4] INSTITUTO GEOGRÁFICO Y CATASTRAL (1898). Hoja 901 (Villaviciosa de Córdoba).
[5] INSTITUTO GEOGRÁFICO Y CATASTRAL (1894). Hoja 880 (Espiel).
[6] INSTITUTO GEOGRÁFICO Y CATASTRAL (1920). Hoja 880 (Espiel).
[7] CABRONERO Y ROMERO, M. (1891).  Con indicación de  “casas y albergues de mina”. (pag.70).
[8] Concesiones mineras. Archivo de la Delegación Provincial de Industria, Comercio y Turismo de Córdoba. Sección de Minas.

sábado, 25 de febrero de 2012

Choza de Navacastillo (Espiel).

Ref.: ESL-06.
Coordenadas huso UTM: 30 S x.323692 y.4227149 
Término municipal y comarcas: Espiel, La Sierra (Sierra Morena).
Esta peculiar choza, se aprecia desde la propia carretera N-432 Córdoba-Badajoz. Se localiza en el paraje de “Navacastillo”, próximo a “Navaobejo” y  Rodalizas”, encontrándose al borde de una trinchera de la nueva carretera que circunvala la localidad de Espiel. Su estado de conservación es ruinoso, pues parte de su estructura de piedra se desplomó en el año 2010. En cuanto a sus usos, parece que fue construida como albergue y almacén agrícola asociado a un antiguo olivar.


Recreación de su estado original.


Características y  técnicas constructivas. La planta exterior es ovalada, pero  interiormente aparece una habitación cuadrada. Este asentamiento aislado, se encuentra semiexcavado en una fuerte pendiente. Los paramentos fueron realizados en piedra tosca (caliza) tomada con barro, y sin revoques apreciables. La cubierta, pudo ser en su origen de tipo vegetal y a una sola vertiente, pero actualmente aparecen en su lugar chapas galvanizadas sustentadas por una viga de madera. Posee una puerta de carpintería con gozne en el dintel de madera y en el suelo. Su mayor particularidad, es que parece haberse construido aprovechando el lateral de un gran majano, entre diversos que existen en su entorno, de formas barquiformes.


Vista general de las ruinas de esta choza-majano.



Detalles interiores y cubierta en 2009,  antes de su desplome.

Uno de los majanos proximos, de magnífica factura.

Planimetría: planta exterior: 6.60 x 4.95 m.; planta interior: 2.05 x 2.40 m.; ancho muro: delantero: 0.60 m.; alturas: interior: 2.00 – 2.30 m.; entrada: 1.55 x 0.80 m. orientación de la entrada: E.; orientación de la crujía: N-S.



Plano (planta y sección).

Observaciones: Como ya se ha comentado, la choza se encuentra entre diversos majanos y cercas de piedra, fruto del manejo de un pequeño olivar aún existente. En su interior y entorno, se aprecian diversos útiles y objetos: criba para aceituna, trébede, radio, ruedas de bicicleta, banquillos, pico, paraguas, etc.

Colaboradores: Fernando Díaz y Vicente Rodríguez.

Fotos y dibujos del autor.



miércoles, 22 de febrero de 2012

El origen de los Cortijos de La Campiña.

Los llamados “Cortijos” de La Campiña cordobesa, eran referidos a finales del siglo XVII[1], como grandes fincas de producción cerealista de propiedad señorial, que eran aprovechadas mediante su arrendamiento, por hacendados labradores. En la mayoría de estos latifundios, no existían prácticamente edificaciones, y ni mucho menos tipologías concretas bien definidas. En ciertos casos, y en ausencia de caserío, podían dotarse de pequeñas casas o alberques,  por lo que se podía entender que se trataba de chozas. Encontramos referencias que así lo atestiguan[2]: ”La precariedad de las casas rurales sigue siendo un rasgo característico en la Campiña de Córdoba donde aún por esas fechas lo mas frecuente era encontrar cortijos elementales compuestos por un número mayor o menor de chozos de chamizo”. Algunos ejemplos concretos, aparecen en ciertos asentamientos históricos, como el “Cortijo de Villafranquilla [3] y [4]; donde además se citan “Chozas de pastores” en 1902[5]. De igual manera, se citan el “Cortijo Cañuelo del Genovés [6] y el “Cortijo de Montefrío Bajo[7] y  [8].


Chozas en la Campiña de Córdoba. Colección Luque Escribano.
Cortesía del Archivo Municipal de Córdoba.

De manera genérica, Julio Caro Baroja[9] describe las chozas de cubierta vegetal agregadas a cortijos de las Campiñas de Córdoba y Sevilla mediante dibujos de campo realizados a finales de los años 40 del pasado siglo. Entre sus características cita: “Son casas con muros de carga sin cimentación, sujetadas con estribos y contrafuertes (pies de amigo) o incluso si se recrecen, con otra crujía en paralelo o de remonte”. Observando estos interesantes dibujos, apreciamos dos tipos de construcciones, unas completamente vegetales y otras con paramentos de obra, posiblemente de tapial o ladrillo.


Los dibujos del antropólogo Julio Caro Baroja.


Las primeras, dos cabañas de planta cuadrangular y cubierta a dos aguas, aparecen como una tipología poco habitual, con un caballete muy alto y  vertientes muy inclinadas. Dadas las influencias centroeuropeas que se dieron a partir del siglo XVIII en la zona de Las Colonias, podríamos pensar que estas pudieran ser obra de  colonos asentados en La Carlota y Fuente Palmera (en el camino entre Córdoba y Sevilla). Las segundas, corresponderían con las ya conocidas “tapichozas” que se dieron con gran profusión en toda esta zona campiñesa. Así, se aprecian edificaciones rectangulares, más o menos alargadas con dos sistemas de apoyo de la cubierta; uno a base del recrecimiento de las cabeceras para sustentar la cumbrera, y otro a  lima bordón”.


Otras chozas de la Campiña. Colección Luque Escribano.
Cortesía del Archivo Municipal de Córdoba.

Se dispone igualmente, de dos registros fotográficos, sin referencia exacta de su localización, pero atribuibles a la zona sur del término municipal de Córdoba. Como particularidad, en las grandes chozas que aparecen, se observa la disposición de distintos vanos, puertas, portones y ventanas, así como corrales cerrados con tapia y crujías anexionadas o exentas; esquema arquitectónico que posteriormente se traduciría en las casas ya tejadas que conocemos hoy en día, por lo que estas tipologías, constituyen el precedente del hoy ya estereotipado “Cortijo”, de la Depresión del Guadalquivir.


[1] Ver (OLMEDO, 2006), a razón de los detalles reseñados por el Catastro de Ensenada, se refiere: “para el abrigo de los operarios y ganados e de su valor”,
[2] (FLORIDO, Gema).
[3] En (OLMEDO, 2006), RECIO, haciendo referencia a las subastas de desamortización y la Corografía de Ramírez y las Casas Deza, dice: “que su caserío constaba con tinaos para los bueyes, pesebres, pajar, caballerizas, alfolí de semillas, casa de madera, becerrera, casas de teja, casas de paja, pila y empedrado”. Pag. 98.
[4] CABRONERO Y ROMERO, M. (1891). En 1887 se considera entidad de población, con 3 edificios (casa de labor, ermita y casa) (pag. 80).
[5] INSTITUTO GEOGRÁFICO Y CATASTRAL (1902). Hoja 943 (Posadas).

[6] (OLMEDO, 2006).  Según las indicaciones de Antonio López Ontiveros y Gema Florido, en este antiguo emplazamiento, ya identificado en el siglo XIII, existieron ciertas dependencias de “chamiza”, hasta su derribo en 1930, cuando se reedificó el caserío actual. pag. 690.

[7] (OLMEDO, 2006). Según las subastas de desamortizaciones, RECIO, cita: “El asiento del cortijo es propio del labrador, todo de chamiza y se compone de un alfolí, cocina, dos cuadras, casa de madera, una becerrera, gallinero, tinaón, pajar, yegüeriza, zahúrda, ahijadero y una despensa”., pag. 98.
[8] CABRONERO Y ROMERO, M. (1891). Sin embargo, este autor, al referirlo como entidad de población en 1887, lo clasifica como “cortijada”, con 4 edificios y albergues y 1 habitante de hecho. (pag. 70).
[9] (CARO BAROJA, Julio, 1979). Cuadernos de campo, Madrid. Turner.



domingo, 19 de febrero de 2012

Fibras vegetales (I).

De forma sintetizada, se presenta aquí un pequeño análisis sobre el empleo de fibras vegetales en la construcción de refugios, albergues y chozas, a lo largo de las distintas comarcas provinciales.

Entre las plantas susceptibles de ser utilizadas para el techado de cubiertas, podríamos diferenciar entre las cultivadas expresamente y las silvestres. Los cereales han sido los más utilizados. Especialmente, el centeno (Secale cereale), que se plantaba por casi toda Sierra Morena. Este, reúne muchas cualidades para su empleo; es decir, gran longitud de sus bálagos (1.60 -1.70 m.), poca exigencia de la calidad del suelo y fácil manejo. Normalmente, el bálago, era cosido a “torzal” para su fijación a la cubierta de chozos portátiles totalmente vegetales. Otras gramíneas cultivadas (trigo, avena o cebada), por su escasa altura, se fijaban mediante la técnica del “ripiado”, consistente en la superposición de gruesas capas de paja humedecida, convenientemente apelmazadas, modalidad ampliamente utilizada por casi toda la provincia.


Bálagos de centeno cosidos.

Por otro lado, entre las silvestres, se seleccionaban distintas especies de juncos, preferentemente el junco churrero (Juncus holochoenus), que por su gran longitud permitía una mayor optimización. Estos, se cosían de igual manera que el centeno, aunque previamente y tras su siega, había que extender los haces para su secado al sol.


Techado de una cubierta con juncos.

En la Campiña, aparecen referencias históricas sobre las “casas de chamiza”, en muchos de sus “Cortijos”, denominación dada a las chozas de tapial y cubiertas de carrizo (Phagmites australis). Se conocían igualmente como “chamizos”, los chozos y sombrajos hechos con esta planta o la caña común (Arundo donax). Esta última, se utilizaba en la Vega, tejida o entrelazada para las paredes exteriores, para separar habitaciones y hacer tabiques dentro de los propios chozos. Estos entramados, se enfoscaban con barro y se encalaban, dando el resultado de una dura y limpia pared. Igualmente  se hacía de caña, las agujas para coser las cubiertas vegetales. Otra planta utilizada aquí, era el palmito (Chamaerops humilis). Sus hojas servían tanto para techar, como para trenzar cuerdas o “tomizas” con las que coser los chozos. También se hacían “torzales” de pita (Agabe americana) para amarrar las maderas y coser los distintos entramados; aunque la mejor cuerda era la obtenida del cáñamo (Cannabis sativa).


Cañizo enfoscado con barro y paja picada.

Entre otras plantas tapizantes, se empleaban ramones de olivo o acebuche (Olea europea), coscoja (Quercus coccifera) o taraje (Tamarix spp.) como forro previo. Ciertas cubiertas, se planteaban de juncia (Ciperus rotundus) o enea (Thipha spp.), dando esta última excelentes resultados impermeabilizantes. En algunas chozas y especialmente para el techado de “almiares”, se empleaban unas grapas hechas de hinojo (Phoeniculum vulgare), de adelfa (Neriun oleander) o de visnaga (Ammi visnaga), para reforzar el colmo de paja.


Enea cosida con torzal de cáñamo.

En la Subbética y algunas zonas de Los Pedroches, en ciertas ocasiones, se utilizaba otra forma de techar distinta a las anteriores. Con varias especies de iniestas (Cytisus spp.) o retamas (Retama phaerocarpa), se forraban las cubiertas con ramitas  previamente preparadas con forma de arpón, y que se clavaban sobre un entramado previo de monte (jaras, ramones, etc.). Por otro lado, para que el ganado no se comiera las fibras de los chozos, se protegía su contorno con una capa baja de ramas espinosas de tamujo (Flueggea tinctorea).

jueves, 16 de febrero de 2012

Hornos de pan.

Son estructuras funcionales, realizadas principalmente en bóveda real de ladrillo,  también de piedra seca en falsa cúpula. Presentan muchas similitudes con los chozos-albergues para personas y algunos zahurdones. En ciertos asentamientos de chozas, se disponía de un horno exento, de planta más o menos circular, donde cocer el pan para su autoconsumo. También aparecen asociados a otro tipo de viviendas, como casillas, molinos y cortijos, en este caso integrados dentro de un colgadizo de teja y anexionados al cuerpo principal. Generalmente, se construían con una sola cámara de cocción, aunque hemos documentado también algunos, con dos espacios separados y sobrepuestos, uno para el fuego y otro para cocer.


Horno de falsa cúpula y doble cámara,
en "Fuente Salud", Belalcázar.

Horno conservado en el entorno
del "Molino de la Paloma", Hornachuelos.

Horno de cúpula semiesférica,
anexo al "Cortijo de la Muda", Cardeña.

Horno exento en los ranchos de "Madroñeras",
Hornachuelos. Cortesía de Fernando Díaz.

  

martes, 14 de febrero de 2012

Santa Eufemia.

Los datos concretos mas antiguos de este municipio, proceden de finales del siglo XIX, donde en 1887 Manuel Cabronero[1]  cita, hasta 99 albergues “ó sea barracas, cuevas, chozas, etc.”, repartidos por todo su término; cuantificación constatada igualmente, en la cartografía histórica de 1891[2] y 1938[3]. Entre las entidades de población, aparecen muchas localizaciones y sus usos relacionados. Algunos de estos sitios, pertenecieron a mediados del siglo XVIII, al Condado de Santa Eufemia[4], y posteriormente estuvieron incluidos en el término municipal de Dos Torres. Cabe diferenciar los siguientes asentamientos, según las circunstancias históricas especificas:

Sitios originalmente preexistentes en el siglo XVIII, e indicados a finales del XIX: “Majada La Moza”, como “albergues de trabajadores y ganaderos”; “El Risquillo”, como “albergues de trabajadores y pastores”; “Vioque”, como “albergues de  pastores”, apareciendo en la cartografía diversas casillas,  chozos, zahúrdas y colmenas; Culebrilla”, como “albergues de ganaderos”; Cañada Llana”,  también llamado “Prado de Cañadallana” con indicación de “chozos”; y Valdefuentes”, sitio en el que a partir de 1953, se indican “chozos” junto a la “Ermita Nuestra Señora de Atocha” o “de Las Cruces”. 

Sitios que sólo aparecen a finales del XIX: “Las Lomas”, como “albergues de trabajadores y pastores”, llamado ya en el XX, “Chozas de Las Lomas”; “Piscuezo”, como “casa de labor y albergue de pastores”; Tagarrillar”, como “albergues de  pastores” y “chozas”; “Los Arenales”, como “casa de olivar y albergues de trabajadores”; “La Atalayuela”, como “casa de labor y albergues de ganaderos”; “Las Cabezas” como “albergues de ganaderos”; “Donadío”, como “casa de labor y albergues de ganaderos”; “Albergues de la Nava”, “Fuente del Hoyo”, y por último las “Minas de Santa Eufemia”, de plomo argentífero, de las cuales se refiere, que en torno a ellas, se asentaba un caserío compuesto de 68 edificios y albergues, entre otras construcciones como una cantina y talleres. Igualmente, en la cartografía de la época aparecen como “Casas y Chozas de las Minas”.



Ruinas del antiguo poblado minero.

Resulta curiosa la diferenciación aquí del término “pastores” frente a “ganaderos”, circunstancia no definida para otros municipios del entorno. Son especiales aquí, las circunstancias que han propiciado este tipo de arquitectura y su perdurabilidad; la fronteriza ubicación de su territorio, y su amplia extensión de montes comunales. Igualmente, de época mas reciente encontramos algún registro fotográfico, referencias en la cartografía y una serie de ruinas repartidas por distintos parajes: “Cortijo La Molina, Cortijo Los Pauleques, Cerro de los Centenillos, El Campillo, Fuente del Almendro, Majada de Olivar,  Cerro Pescuezo, Molino del Tejado, Casa de la Tía Victoria y Miramontes”.


Chozo vegetal en el "Pescuezo", entre 1952 y 1960.
Foto en (ALBAR et al, 1991).

En las chozas que aún se conservan, esto es, mixtas de piedra y cubierta vegetal, se puede apreciar aunque sea en sus ruinas, que predominaban las circulares y ovaladas, algunas de ellas de grandes dimensiones. Destacar, el caso peculiar del poblado “Cerro Perolo” y otros muchos asentamientos dispersos aún por estudiar.



[1] CABRONERO Y ROMERO, M. (1891). Resumen por ayuntamientos de todos los edificios y albergues. Santa Eufemia (pag. 84).
[2] INSTITUTO GEOGRÁFICO Y CATASTRAL (1891). Hoja 833 (Hinojosa del Duque).
[3] INSTITUTO GEOGRÁFICO Y CATASTRAL (1938). Hoja 834 (San Benito).
[4] VALVERDE FERNÁNDEZ, F. (1983). (pag. 232). A.P.G. Catastro de Ensenada, libro 582, 8r.-9v.