Los llamados “Cortijos” de La Campiña cordobesa, eran referidos a finales del siglo XVII[1], como grandes fincas de producción cerealista de propiedad señorial, que eran aprovechadas mediante su arrendamiento, por hacendados labradores. En la mayoría de estos latifundios, no existían prácticamente edificaciones, y ni mucho menos tipologías concretas bien definidas. En ciertos casos, y en ausencia de caserío, podían dotarse de pequeñas casas o alberques, por lo que se podía entender que se trataba de chozas. Encontramos referencias que así lo atestiguan[2]: ”La precariedad de las casas rurales sigue siendo un rasgo característico en la Campiña de Córdoba donde aún por esas fechas lo mas frecuente era encontrar cortijos elementales compuestos por un número mayor o menor de chozos de chamizo”. Algunos ejemplos concretos, aparecen en ciertos asentamientos históricos, como el “Cortijo de Villafranquilla” [3] y [4]; donde además se citan “Chozas de pastores” en 1902[5]. De igual manera, se citan el “Cortijo Cañuelo del Genovés” [6] y el “Cortijo de Montefrío Bajo”[7] y [8].
Chozas en la Campiña de Córdoba. Colección Luque Escribano. Cortesía del Archivo Municipal de Córdoba. |
De manera genérica, Julio Caro Baroja[9] describe las chozas de cubierta vegetal agregadas a cortijos de las Campiñas de Córdoba y Sevilla mediante dibujos de campo realizados a finales de los años 40 del pasado siglo. Entre sus características cita: “Son casas con muros de carga sin cimentación, sujetadas con estribos y contrafuertes (pies de amigo) o incluso si se recrecen, con otra crujía en paralelo o de remonte”. Observando estos interesantes dibujos, apreciamos dos tipos de construcciones, unas completamente vegetales y otras con paramentos de obra, posiblemente de tapial o ladrillo.
Las primeras, dos cabañas de planta cuadrangular y cubierta a dos aguas, aparecen como una tipología poco habitual, con un caballete muy alto y vertientes muy inclinadas. Dadas las influencias centroeuropeas que se dieron a partir del siglo XVIII en la zona de Las Colonias, podríamos pensar que estas pudieran ser obra de colonos asentados en La Carlota y Fuente Palmera (en el camino entre Córdoba y Sevilla). Las segundas, corresponderían con las ya conocidas “tapichozas” que se dieron con gran profusión en toda esta zona campiñesa. Así, se aprecian edificaciones rectangulares, más o menos alargadas con dos sistemas de apoyo de la cubierta; uno a base del recrecimiento de las cabeceras para sustentar la cumbrera, y otro a “lima bordón”.
Se dispone igualmente, de dos registros fotográficos, sin referencia exacta de su localización, pero atribuibles a la zona sur del término municipal de Córdoba. Como particularidad, en las grandes chozas que aparecen, se observa la disposición de distintos vanos, puertas, portones y ventanas, así como corrales cerrados con tapia y crujías anexionadas o exentas; esquema arquitectónico que posteriormente se traduciría en las casas ya tejadas que conocemos hoy en día, por lo que estas tipologías, constituyen el precedente del hoy ya estereotipado “Cortijo”, de la Depresión del Guadalquivir.
[1] Ver (OLMEDO, 2006), a razón de los detalles reseñados por el Catastro de Ensenada, se refiere: “para el abrigo de los operarios y ganados e de su valor”,
[2] (FLORIDO, Gema).
[3] En (OLMEDO, 2006), RECIO, haciendo referencia a las subastas de desamortización y la Corografía de Ramírez y las Casas Deza, dice: “que su caserío constaba con tinaos para los bueyes, pesebres, pajar, caballerizas, alfolí de semillas, casa de madera, becerrera, casas de teja, casas de paja, pila y empedrado”. Pag. 98.
[4] CABRONERO Y ROMERO, M. (1891). En 1887 se considera entidad de población, con 3 edificios (casa de labor, ermita y casa) (pag. 80).
[5] INSTITUTO GEOGRÁFICO Y CATASTRAL (1902). Hoja 943 (Posadas).
[6] (OLMEDO, 2006). Según las indicaciones de Antonio López Ontiveros y Gema Florido, en este antiguo emplazamiento, ya identificado en el siglo XIII, existieron ciertas dependencias de “chamiza”, hasta su derribo en 1930, cuando se reedificó el caserío actual. pag. 690.
[7] (OLMEDO, 2006). Según las subastas de desamortizaciones, RECIO, cita: “El asiento del cortijo es propio del labrador, todo de chamiza y se compone de un alfolí, cocina, dos cuadras, casa de madera, una becerrera, gallinero, tinaón, pajar, yegüeriza, zahúrda, ahijadero y una despensa”., pag. 98.
[8] CABRONERO Y ROMERO, M. (1891). Sin embargo, este autor, al referirlo como entidad de población en 1887, lo clasifica como “cortijada”, con 4 edificios y albergues y 1 habitante de hecho. (pag. 70).
[9] (CARO BAROJA, Julio, 1979). Cuadernos de campo, Madrid. Turner.
Curiosa evolución de un elemento tan Iconograficamente Andaluz como es el Cortijo.
ResponderEliminarComo siempre muy bueno Rafa.Pero me surge una duda
¿el dueño del latifundio ejercería su "control sobre él" desde la población o núcleo urbano más próximo?
Ya que en el origen que describes el propietario no "habitaría" realmente la tierra ¿no?
Supongo, y digo supongo, que estas edificaciones servían de albergue unicamente a los trabajadores de la finca, y el ganado de trabajo (bueyes y mulos). En los datos que encuentro de finales del XIX, la población censada en estos cortijos, es decir los que vivían habitualmente en ellos, era escasa. Eso no quita, que trabajaran temporeros de las poblaciones mas cercanas. Por supuesto, el labrador arrendatario y el noble propietario "señorito", solo aparecerían para dar cuenta del rendimiento de la finca.
ResponderEliminarTal y como lo estás contando, una foto muy similar a la de "Los santos Inocentes".
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