Este pequeño núcleo de población, hoy
dependiente al término de Espiel, aparece con reseñas de albergues o chozas,
desde finales del siglo XIX. La primera
referencia, es una fotografía de José Sánchez Muñoz, fechada en 1899, donde (GONZÁLEZ, A.J, 2007) [1] indica que corresponde a la familia del guarda Francisco Perula. El
documento pertenece a la colección
privada de la familia Sánchez Perdomo. En la toma, se aprecia lo que
parece un conjunto de construcciones tipo chozas con cubiertas vegetales, todas
ellas de dimensiones considerables, posiblemente de plantas cuadrangulares y
alargadas. Se intuye que los paramentos son de piedra, pero el encuadre no
permite apreciar más detalles.
El Vacar en 1899. Colección familia Sánchez Perdomo. |
Sólo
como curiosidad, mostrar aquí algunas impresionantes instantáneas del fotógrafo
Robert Capa, de los refugiados que huían de Cerro Muriano hacia El Vacar, fotos
tomadas el 5 de
septiembre de 1936 http://elrectanguloenlamano.blogspot.com.es/2010/05/capa-and-refugees-of-cerro-muriano.html
, que dan idea de ese dramático momento de nuestra historia, que para muchas de
esas familias, supuso como mal menor acabar viviendo en tantas de esas chozas
diseminadas por la Sierra.
Ya en 1950 aparecen reflejadas en el nomenclátor, 16 chozas en este “Caserío”, por entonces adjudicado al
término municipal de Villaviciosa de Córdoba. Igualmente, en 1960 sólo se
indica la presencia de chozas en esta
denominada “Barriada” perteneciente
ya definitivamente a Espiel.
Igualmente, reseñar que Pio Baroja http://www.euskalnet.net/laviana/monografias/barojagomez.htm, en 1904 relataba , así su paso por esta población, dentro de su obra "Reportajes" de la Ed. Caro Raggio:
Igualmente, reseñar que Pio Baroja http://www.euskalnet.net/laviana/monografias/barojagomez.htm, en 1904 relataba , así su paso por esta población, dentro de su obra "Reportajes" de la Ed. Caro Raggio:
LAS CHOZAS DE VACAR
Si no satisfecha la curiosidad, al menos señalados y vistos algunos lugares de la defensa de Almadén, volvemos a Córdoba por la carretera. Pasamos por pueblos, en cuyas calles se ven rótulos de Galán, García Hernández y Alcalá Zamora. También hay muchas calles con el nombre de Ramón y Cajal.
—En la práctica, nos atenemos a los nombres antiguos —dice un joven—, porque si no no hay manera de entenderse.
En un poblado de barracas hay una avenida del
Catorce de Abril.
En las calles de los pueblos por donde pasamos, las muchachas se ponen flores en la cabeza.
Al llegar cerca de Vacar, pueblo que tiene un castillo en un cerro, nos detenemos un instante a cambiar una rueda con el neumático desinflado.
Comienza el crepúsculo. Al anochecer es cuando el campo andaluz tiene encanto. Algunas nubes rojas brillan, incendiadas en el horizonte. Se oye el chirriar de los grillos y el balido de las ovejas. Cerca de la carretera hay un grupo de chozas que forman casi una aldea.
Me acerco a sus habitantes, que quizá me toman por político. Me dicen que ya son muchos en este barrio improvisado, y que quisieran que el Gobierno les concediese una escuela.
Hablamos de cómo se vive dentro de las chozas. Ellos dicen chozos.
—No crea usted que esto está limpio —dice el que vive en una de ellas—, porque el humo mata
todos los bichos.
El fotógrafo quiere hacer una foto, y saca la máquina, con una lámpara blanca y un reflector.
—No vayan ustedes a creer que es un aparato
de radio.
—¿Radio? —exclama el hombre del chozo—. Yo no ze lo que ez ezo. Rayo, zí, porque vi cae hace díaz uno en el siminterio.
—Allí no haría mucho daño —indico yo.
—Pue le diré a uzté, deshiso un panteón, que había coztao má de sinco mil duro. Por mí, que destrose ayí a todo lo que encuentre.
—Tiene usted razón. Allí no puede destrozar más que a muertos.
Dejamos al hombre del chozo, y vamos rápidamente a Córdoba.
Tras la toma de Almadén, Gómez, que veía que Alaix se le acercaba por Córdoba y que Rodil le acechaba por el Norte, dispuso pasar el Tajo por Puente del Arzobispo y marchar a Extremadura.
En Guadalupe había mil quinientos movilizados por el Gobierno de María Cristina, de la milicia extremeña, que al divisar a los carlistas tiraron los fusiles al aire.
Puente del Arzobispo estaba vigilado por dos mil hombres, a las órdenes de Carratalá, y Gómez decidió cambiar de dirección, pasar por el puente de Alcántara y dirigirse a Trujillo.
En Trujillo descansaron un día, y se celebró una Junta, en la cual se trató de las operaciones militares, y Cabrera propuso al jefe de la expedición que se le dejase marchar al Maestrazgo, para socorrer Cantavieja.
[1] GONZÁLEZ PÉREZ, Antonio Jesús (2007). La
Mezquita de plata. Un siglo de fotógrafos y fotografías de Córdoba, 1840 –
1939. Fundación provincial de artes plásticas Rafael Botí. Diputación de Córdoba.
469 pp.
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