viernes, 25 de noviembre de 2011

Choza de horcones (II)

             Como se comentaba en la anterior entrada, este tipo de chozas fueron muy frecuentes en el entorno de Palma del Río.  Algunas de ellas, podían mudarse de un lugar a otro, llevadas entre palos atravesados con la fuerza de un grupo de hombres, siempre que fueran de  moderadas dimensiones [1], como así relatan estos autores: El Chozo de la Chata lo trasladaron desde lo alto del cerro hasta abajo, a La Graja, para los chavales pequeños aquello era un acontecimiento y pululaban por alrededor durante el trayecto, afortunadamente llegó en perfecto estado, por lo que el dueño invitó a sus ayudantes a una copa de anís”.


Chozas en la Mesa de San Pedro, en 1960.
(nodo018.bankhacker.com)
           Igualmente, en La Sierra, en ciertos barrios del entorno de Cerro Muriano, los mineros se asentaban en barracas y chozas de esta tipología, al menos desde principios del siglo XX, y según los documentos estudiados por Fernando Penco [2] en su magnífico estudio.



Chozas de mineros en Cerro Muriano, hacia 1902.
Coleción Pearce, cortesía del Museo del Cobre (Cerro Muriano).

En cuanto a su proceso de construcción, este se basa en una armadura por el apoyo de múltiples maderas. Así se iniciaba el trabajo cortando unos “horcones” o “pies de tijeras”; se colocaban un mínimo de dos en vertical, uno a cada extremo, aunque podían ser mas si la choza era muy grande. Debían de ser rectos y firmes, pues soportarían gran parte del peso. En las horquillas superiores se atravesaba el “cumbrero”; este conformaría el vértice superior de la construcción y sobre él se apoyaban los “abarcones”, “segueras”, “patas” o “tijeras”, que todos estos nombres tenían las vigas en pares enfrentados que debían de  clavarse un poco en el suelo para darle estabilidad. Se separaban 1.20 m. aproximádamente unas de otras. Las “latas”, palos finos de taraje, eran las que trababan entre sí y horizontalmente la estructura de las “segueras”; se ataban con alambre, cuerda de cáñamo o se fijaban con clavos en distintas hileras paralelas, desde el suelo a la cumbre. Todo este armazón de maderas se denomina “casco” y podría variar si la choza se planteaba como híbridas de pies derechos, tanto en su modalidad sin enfoscar, como de encestado. En estos casos, toda esta estructura se montaba sobre unos pies derechos de 1.50 a 2.00 m. que conformaban todo un zócalo corrido que posteriormente se forraba. La forma de la planta podía ser totalmente rectangular, alargada con un ábside curvo, y/o completamente ovalada. La puerta, de madera se abría generalmente en un lateral, siendo su único vano, y sobre ella se hacía una visera con el vuelo de la cubierta. En ciertos casos se reforzaba las jambas con barro y cal.

Encontramos vinculaciones y similitudes de esta tipología, con otras del ámbito andaluz e ibérico. Así, la “choza o rancho marismeño” y la barraca de pescadores” del Litoral Occidental y la Baja Andalucía de la Vega del Guadalquivir, así como las “barracas deltaicas y levantinas” desde Murcia a Tarragona, tienen muchas afinidades estéticas, técnicas y constructivas.



[1] PAREJA, Gloria y LEIVA, Antonio (2004). Los Pagos de Huerta de Palma del Río. En recuerdo de su gente. Ed. Los autores. Palma del Río. Pags. 81 – 86.
[2] PENCO VALENZUELA, F. (2010). Cerro Muriano, sitio histórico. Historia de la minería en Córdoba. Ed. Almuzara. 243 pp.




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